sábado, 2 de mayo de 2009

DISNEYWORLD Y EL PRINCIPIO DE LA REALIDAD.


Es un universo extrañamente parecido al original: Disney World, según Baudrillard, es el modelo perfecto de todos los órdenes de simulacros. Un juego de ilusiones y de fantasmas. Un microcosmos social, un goce religioso, una miniatura de la América real, la perfecta escenificación de sus placeres, de su contrariedades. Las masas allí emanan ternura y calor, hay dispositivos que mantienen el efecto multitudinario. (El contraste es la soledad absoluta de un parquing, un auténtico campo de concentración.)
Allí los gadgets magnetizan a la multitud y la canalizan en flujos dirigidos hacia ciertos lugares.
Es como un mundo infantil pero congelado, como su creador, todos los valores americanos se exaltan por la miniatura y a través del dibujo animado. Es una trasposición idealizada y contradictoria que oculta una simulación: Disneylandia existe para ocultar al país, que es también Disneylandia, el lugar se presenta como imaginario con la finalidad de hacer creer que el resto es real.
Pero L.A. Florida, Nueva York, América entera, ya no es real sino que pertenece al orden de lo hiperreal y de la simulación.
SE TRATA DE OCULTAR QUE LA REALIDAD YA NO ES REALIDAD Y DE SAlVAR EL PRINCIPIO DE LA REALIDAD.
Pero es que la personalidad narcisista ya no conoce límites entre ella misma y el mundo y exige una gratificación inmediata de sus deseos...

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