sábado, 2 de mayo de 2009

AGOTA KRISTOFF


RESEÑA DE LA ANALFABETA DE AGOTA KRISTOF:
Escritora refugiada en Suiza: Nacida en 1935 en Hungría pero escribe en francés.
Novela corta y autobiográfica, en 11 capítulos.
Otros libros de la autora: su opera prima: El Gran cuaderno, que forma parte de la trilogía Claus y Lucas, historia de dos hermanos gemelos.
LOS CAPÍTULOS DE “LA ANALFABETA.
Leer (o la magia de las palabras): con cuatro años contrae la incurable enfermedad de la lectura. Su padre es maestro de pueblo y nos cuenta su primera infancia y la relación con sus hermanos y su madre.
De la palabra a la escritura (o la literatura como tabla de salvación): le gusta inventarse historias y contárselas a sus hermanos. A veces son historias crueles, como la que le cuenta a su hermano pequeño, el favorito de su madre (le convence de que es un niño adoptado). Las ganas de escribir vendrán más tarde, “cuando el hilo de plata de la infancia se haya quebrado, cuando vengan los días malos y lleguen los años en los que diré: No me gustan.”
Poemas (o la escritura como consuelo): describe la vida en un internado de la Hungría comunista, a los 15 años. Comienza a escribir un diario secreto en clave y sus primeros poemas.
Payasadas (o el recurso del sentido del humor): Años 50 en Hungría: todos los hermanos están en internados porque el padre está en la cárcel. Ella se inventa gags cómicos y los representa burlando la censura. La gente del internado se anima mucho con sus representaciones.
Lengua materna y lenguas enemigas (la integración pasa por el dominio del país de acogida): Habla de la lengua materna que para Agota es la de su infancia, el húngaro. De las lenguas enemigas, que son las de los grupos sociales rechazados en Hungría; los gitanos. Posteriormente aparecen las lenguas de otros enemigos de los húngaros: el alemán del Imperio Austrohúngaro, que más tarde será el invasor en la Guerra Mundial, y el ruso en la posguerra, idioma que todos odian pero que ha de aprenderse obligatoriamente en el internado. Por último habla de la lengua enemiga del exilio, el francés. Lo aprende y escribe porque vive durante 30 años como extranjera en Suiza. Lo aprende por la necesidad de integrarse pero esa lengua “enemiga” es la que ha matado a la de la infancia.
La muerte de Stalin (la suya fue una generación víctima de los totalitarismos): recuerda el día en que se murió el dictador, en el 53. Nadie le lloró aunque oficialmente moría el padre de la patria, el faro luminoso. En el internado aquel día tuvieron que escribir una redacción sobre el tema y hacer que estaban tristes, pero les daba la risa tonta. Habla de su país de origen y del comunismo, y compara a Stalin con otra persona de la que sí sintió mucho la muerte, el escritor austriaco Thomas Bernhard, que odió siempre a su patria, Austria. Ella admira mucho a ese gran escritor, aunque fue un incomprendido.
La memoria (los episodios dolorosos de una vida que el escritor no debe olvidar): cuenta como se escapó de Hungría en el 56, con veinte años y un hijo de meses. Deja sus poemas allí, y también a su familia. No se despide de nadie. Relata la aventura de perderse en un bosque varias personas con niños hasta conseguir entrar en Austria y pedir asilo político, la reacción de la gente al verles, el miedo que pasaron y cómo se sintieron.
Personas desterradas (la vida en el exilio es siempre una vida rota): como refugiados vivieron en Viena, la gente les acoge porque huyen del comunismo. Buscan país de acogida y viven en un centro de refugiados, entre alambradas. Por fin llegan a Lausanne como refugiados hasta que se les ofrece un trabajo de obreros. Dice: “Si no me hubiera ido (de Hungría) mi vida habría sido más pobre y más dura pero menos solitaria y rota -quizás hubiera sido feliz.”
El desierto (o el desarraigo): trabaja de obrera en una fábrica de relojes en Neuchatel. Escribe poemas. Su vida es triste y monótona: se levanta a las 5, deja a su hija en la guardería, trabaja en la fábrica, cuida de su hija y de la casa, se acuesta muy cansada. No entiende la lengua. Vive en un desierto social y cultural. Añora su país y en el exilio no encuentra lo que esperaba. Del grupo de refugiados dos se fueron a América, 2 regresaron a Hungría y hubo 4 suicidios.
Como hacerse escritor (la fama, a veces, llega tras años de esfuerzo y dolor): el capítulo cuenta como logra publicar El Gran Cuaderno y algunos de sus relatos después de muchos años. Empieza haciendo obras de teatro para aficionados, cuando le llega el reconocimiento dice lo siguiente: “En primer lugar hay que escribir, naturalmente. Luego hay que seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulan en los cajones, y los olvidamos para escribir otros.”El capítulo acaba con la siguiente frase: “He aquí la respuesta a la pregunta: uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que se escribe.”
La analfabeta (o la escritora que no reniega de su pasado de refugiada pobre y obrera): Una niña que sabía leer a los 4 años se convierte, por circunstancias de la vida, en una mujer analfabeta porque no sabe el francés. Cuenta como lo aprende, como es su vida en Suiza, como tiene 2 hijos más. Siguió escribiendo y leyendo, ahora en francés.

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