jueves, 3 de junio de 2010

INGEBORG BACHMANN (1926-73)


UNA ESPECIE DE PÉRDIDA.

Usados en común: estaciones del año, libros y una música.

Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una cama.

Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados, gastados.

Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y siempre alargada la mano.

De inviernos, de un septeto vienés y de veranos me he enamorado.

De mapas, de un poblacho de montaña, de una playa y de una cama.

Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado irrevocables,

he adornado un algo y he sido devota delante de una nada.

(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, del papel con un apunte)

impávida ante la religión porque la iglesia era esta cama.

De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.

Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis vecinos.

Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi cabello tenía su color más intenso.

La llamada a la puerta era la alarma para mi alegría.

No te he perdido a tí,

sino al mundo.
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Una preocupación de las mujeres poetas de los 60 y 70 fue, por encima de todo, las relaciones hombre-mujer. Tanto Ingeborg como Silvia trataron este tema y en sus poemas hay muchos elementos autobiográficos.
Silvia Plath fue esposa y madre, fue mujer trabajadora y le costó mucho reconciliar todas estas facetas.
En algunos poemas utiliza el símil del fascismo presentándose a sí misma como a una judía y a los hombres como fascistas, en una sociedad dominada por el hombre. Su padre fue un inmigrante alemán y murió cuando ella tenía 8 años. En algunos poemas dice haberse casado con un hombre parecido a su padre, un hombre para el que los sentimientos no contaban y reprocha a ambos el sufrimiento que esto le causa.
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DESPEDIDA
La carne que envejeció muy bien conmigo,
la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
y todo sobre la rígida musculatura.
No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor. Se siente muy bien, toca a la puerta
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, dónde ya no crece ningún verde,
dónde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.
Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
a su harmonía preestablecida.

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