jueves, 3 de junio de 2010

GIORGIO DE CHIRICO







Carl Einstein considera a Giorgio de Chirico un pintor que retrocede al arcaismo y nos ofrece visiones de una matemática soñada. Recoge la tradición de la pintura italiana: Ucello, del arte florentino, de la ciencia clásica, de la alquimia, de la la Edad Media, combinándolo todo con las matemáticas y con figuras geométricas (cono, dado, triángulo), sirviéndose de recursos tectónicos y obedeciendo a su pasión por el mito.
No en vano la arquitectura es la madre de todas las ciencias, opina Einstein, había que volver a los números pero ahora desde un nuevo romanticismo, y a la vez, desde un clasicismo en la forma.

Y es que de Chirico de alguna expresa una metafísica nueva, pesimista, porque lee a Schopenhauer, a Lautremont. Practica un dualismo pesimista que le sirve para expresar su ironía: coloca a Zeus frente a una coliflor, al busto griego junto a unos plátanos.
Y al mismo tiempo este pintor es un ser trágico, desvalido, porque sus cuadros no son sino sueños aterradores: esas plazas vacías sobre las que se apresura la sombra de un niño, esas visiones míticas que han dejado de tener sentido al desmoronarse la Antigüedad. Visiones ahora subjetivas, arbitrarias, arcaicas que reivindicó más tarde el fascio.
De ese punto de vista arcaico se apropió Mussolini encerrándose tras los muros de los viejos palacios, adoptando puntos de vista anticuados (no arcaicos) y reivindicando la falsa historia de un pasado mítico aunque subjetivamente mitificado y atávico.

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