martes, 8 de junio de 2010

UN PISTOLETAZO EN MEDIO DE UN CONCIERTO.


Belén Gopegui escribe sobre las difíciles relaciones de la literatura con nuestro tiempo si la novela no quiere renunciar a ser algo más que consumo y entretenimiento. Dice ser marxista y pretender repensar la novela realista, cuyo tema principal sería escribir sobre la sociedad española en el libremercado. Descarta el bestseller y el costumbrismo, cuestiona lo que nos podría parecer lo lógico o lo natural, defiende la lucha de clases y habla del cinismo en lo económico y de no renunciar a las ideas transformadoras de la sociedad. En sus propias novelas recurre a coros de asalariados, voces colectivas y prólogos refleximos que son puramente ideológicos (algo que Thomas Bernhard ya hacía magistralmente).

Son palabras mayores.

Ejemplos de este tipo de literatura: Orhan Pahmuk en Nieve, Gregor Von Rezzori en Memorias de un antisemita y R.Langbaum en La poesía de la experiencia.

Stendhal pensaba que el novelista era un catálogo de voces. Y dijo que la política, en una obra literaria era un pistoletazo en un concierto (Rojo y Negro). De hecho sus novelas rebosaban política.

Walter Benjamin habla de la épica del mensaje del narrador: el novelista es un individuo en su soledad y como individuo carece de orientación, no puede dar consejo alguno. Es la comunidad la que produce poemas, cuentos y leyendas, no novelas. Porque las novelas exponen de forma extrema lo inconmensurable, en ellas nos entregamos a la contemplaciòn de lo que somos, nos asomamos al abismo porque la novela nos hace ver la falta de control del hombre sobre sus actos. Por ejemplo, en la novela de la época de la Primera Guerra Mundial volvemos al campo de batalla una y otra vez.

Belen Gopegui dice que la tecnología ha producido cambios en la conciencia, se ha multiplicado el número de personas que ha perdido el control sobre su propia vida, luchamos en una guerra que no es la nuestra y hay que tener conciencia de que somos carne de cañón.

El canon dominante hoy en día es hablar de lo íntimo y el escritor siempre se somete a la verosimilitud dominante. Por eso, hoy en día, la novela política está en el subtexto. Se presenta vestida del ropaje del humanismo pero lo humano ha quedado mutilado al despojarlo de lo político. Es decir, hay que entonar el mea culpa si lees a Lenin y si hablas de individuos que pretenden instaurar un nuevo sistema. Si lo cuentas así eres o bien un totalitario, o un enfermo o un ingenuo.

Hay que diluir la política, que no resulte estridente, porque ahora es lo inapropiado , lo inadecuado. Pretendes transformar lo que no puede transformarse, es un intento condenado de antemano al fracaso, etc.

En la novela actual predominan los personajes negativos, los seres que no gestionan su situación, no cometen hazañas, son débiles, incoherentes y se recluyen. Sus conflictos morales son turbios, no pueden plantearse nunca hazañas y menos colectivas. No toman las redes de su vida, son sujetos pasivos de las fuerzas históricas que no comprenden. Miran el suelo o a lo personal, difuminan el contexto para embellecerlo pero también para simplificarlo.


Belén Gopegui nos dice: "Los que viven tranquilos pueden ver en tus ojos la primavera de mi oscuridad y el color conmovido de un mundo que no duerme."


Y también que la novela debe intentar fundar visiones del mundo.

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