martes, 25 de mayo de 2010

jaime gil de biedma


NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959 A Juan Marsé


Definitivamente

parece confirmarse que este invierno

que viene, será duro.


Adelantaron

las lluvias, el Gobierno,

reunido en consejo de ministros

no se sabe si estudia a estas horas

el subsidio de paro

o el derecho al despido,

o si sencillamente, aislado en un océano,

se limita a esperar que la tormenta pase

y llegue el día, el día en que, por fin,

las cosas dejen de venir mal dadas.


En la noche de octubre,

mientras leo entre líneas el periódico,

me he parado a escuchar el latido

del silencio en mi cuarto, las conversaciones,

de los vecinos acostándose,

todos esos rumores

que recobran de pronto una vida

y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,

hombres y mujeres que en este mismo instante,

con el primer escalofrío,

han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,

por su fatiga anticipada,

por su ansiedad para este invierno.


mientras que afuera llueve.

Por todo el litoral de Cataluña llueve

con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,

ennegreciendo muros,

goteando fábricas, filtrándose

en los talleres mal iluminados.

Y el agua arrastra hacia el mar semillas

incipientes, mezcladas en el barro,

árboles, zapatos cojos, utensilios

abandonados y revuelto todo

con las primeras Letras protestadas.

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