Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita:
y está mi corazón -como un cadáver- sepultado.
Mi espíritu hasta cuando permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí."
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
Alejandría, ciudad mítica en la que vivió siempre Kavafis. Aquí se despersonaliza, convirtiéndose en una ciudad metafórica, sin imágenes concretas o detalles físicos reconocibles. Esta ciudad es cualquier ciudad.
Alude a la búsqueda de la felicidad en otro sitio, al deseo de marchar. El poeta habla con un interlocutor que le indica su deseo de partir pero el poeta le advierte de que es inútil la evasión, fracasará porque fuera de sí no está la solución al problema. El problema le acompañará a donde quiera que vaya.
Hace una advertencia melancólica al viajero que busca ilusionarse en otros lugares y deambula sin éxito: no obtendrás lo que buscas. Y explica la razón que lo impide: no podrás huir tan fácilmente de la desgracia que tú mismo has provocado o que llevas dentro.
Desesperanzado pesimismo que en el momento presente se respira por doquier. Marasmo del ánimo.
¿Podremos arreglar las cosas huyendo?
¿Concluirá nuestra búsqueda en el lugar de partida?
Hay en el poema una advertencia, un reproche.
El poeta no tuvo la fantasía de perseguir la felicidad huyendo, creó una ciudad mítica pero hubo también una ciudad real en la que paseó por sus calles, envejeció en sus barrios y eligió con ello dónde morir.
Este poema me conmueve porque alude a la ciudad interior que uno lleva dentro. La ciudad del deseo es un puro caminar hacia otros lugares que a la larga nos llevarán siempre a la desesperanza.
Una epístola de Horacio que Kavafis conocía y en la que quizás se inspiró dice así:
"No el lugar desde donde se extienden las olas a lo lejos, sino la razón y prudencia son las que disipan las crueles inquietudes. Las que navegan a través del mar mudan de cielo, pero no la disposición del ánimo. ¡Inútiles y vanos esfuerzos! Volamos tras la dicha recorriendo la tierra en las cuádrigas y el mar en las naves, y lo que buscamos está aquí, en la misma aldea de Ulubres, si sabemos conservar el espíritu completamente sereno."
Escuchemos a los clásicos porque aún tienen algo que enseñarnos.